viernes, febrero 21, 2003

Hace calor, y mucho. En realidad no es un calor agobiante como el de una playa o el desierto, simplemente un sol que quema, que castiga. Hoy tengo ganas de ir a mi casa y acostarme en la alfombra, o mejor en el suelo de azulejos amarillos de la cocina y quedarme ahí un buen tiempo y poner un poco de música, y abrir mi botella de Stoli y servirme un buen vaso mientras me acuerdo de los buenos tiempos, de cuando el sol calentaba y no quemaba y cuando podía estar en la arena y no en el azulejo.

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