jueves, febrero 13, 2003

Me enamore de mi maestro! Segunda parte.

¿Te acuerdas que te decía que no tengo ni un peso? Pues sigo estando igual. Es difícil pero de alguna manera u otra siempre salgo, afortunadamente. Pero de lo que ya me di cuenta es que en gran parte el andar asi de bruja se debe a que gasto mucho y sin medida, mas que a lo raquítico del sueldo con el cuál ahora cubro la mayoría de mis gastos. Y esto te lo cuento porque quiero recordar junto contigo muchos aspectos de mi vida que seguramente sería mejor no recordar. Como te había contado anteriormente no he tenido ninguna relación “oficialmente formal“. Llegué a tener algo ligeramente parecido, que terminó hace exactamente un año. Un año y parece que acabo de colgar el teléfono llorando mientras pateo las cosas y busco los tafiles en el cajón donde guardo las fotos.

Y eso ya me tiene preocupado. Ahora que se acerca la mercadotécnicamente impuesta fecha del amor y la amistad me doy cuenta que no tengo nada que celebrar: ni amor ni amistad. Amistad sí, vamos tampoco se puede ser tan pesimista, pero amor no. Y no es que me interese en lo más mínimo comprar osito de peluche o gastarme lo que no tengo en una cena en algún restaurante de la Condesa (de la Condesa y no de Polanco porque digo, esta bien que gasto por encima de mis posibilidades pero ya voy centrándome en la realidad que ahora me agobia) sino que con toda honestidad si quisiera tener alguien a quien llamarle y decirle cuanto necesito su presencia. Mañana, el sábado el día que se me antojara. Pero no. Cada día se ve mas lejana esa posibilidad, eso es lo que me preocupa. Antes tenía la esperanza de encontrar al hombre ideal en el internet, ahora sé que no. Todo lo que he encontrado en el internet son chascos, chascos que sin embargo no consigo olvidar y que mas de uno desearía haberlo continuado. También me gustaría que mañana pudiera hacer el amor por primera vez. Sí, porque aunque he tenido sexo muchas veces nunca he hecho el amor realmente. Un par de veces lo hice, pero yo solo, porque para la otra parte solo era sexo (buen sexo por lo menos). Su nombre era Enrique, el cuál por simple paranoia evidentemente he cambiado. Antes de describirte a Enrique y contarte el drama que protagonicé junto con él, permíteme aclararte una cosa: yo no me describiré jamás pero lo que puedo decir con seguridad es que no soy guapo. Soy común y corriente, atractivo es lo que me han dicho varias veces y he llegado a creer, pero de ser “atractivo“ o por encima del promedio no paso. El porqué he tenido experiencias con hombres (totalmente cierto) muy guapos aun no lo entiendo. Una de mis teorías es que se debe a dos cosas: aprendí a buscar sexo en los chats de la manera correcta: es decir, porque tengo un buen uso de la palabra (por arriba del promedio…), porque me di cuenta que las horas ideales para hacerlo eran: entre las nueve y once de la mañana, o a partir de las 10 de la noche. ¿Por qué? Muy fácil, a esa hora solo buscan sexo los que realmente están cachondos, en la tarde ya se meten todos y es difícil encontrar a un guapo que esté dispuesto a tener sexo casual con alguien que no le agrada totalmente y porque mi condición de menor-de-edad-que-es-ilegal, resultaba interesante y hasta morbosa para muchos, entre ellos muchos guapos. Entre esos muy guapos se encuentra Enrique. Enrique es un ex jugador de football americano que conocí por tropiezos de un destino que cada día estoy mas seguro que me odia. Es alto, atlético (con cuerpo marcado), blanco bronceado con cabello y ojos negros, semivelludo y con muy buen paquete. Además de todos esos atributos me resultó muy interesante su forma de ser. No era el típico jugador de fútbol americano – aceptemos que en general son así – estúpido y mamarracho, sino un hombre que a sus veintinueve años había viajado mucho (vive una parte del año en Italia), había conocido mucha gente y se dedicaba a vivir la vida sin ninguna barrera que le impidiera hacer lo que quería. Cuando lo conocí ya lo había visto varias veces en el chat que frecuentaba, inclusive en alguna ocasión me había citado con él pero nunca fui por el temor que ocasionaba en mí el que fuera una persona mayor. El día que nos citamos me mostró unas de sus fotos y quede impresionado, y bajo la advertencia de que si yo no le agradaba nos saludábamos y nos íbamos, decidí armarme de valor, tomar un taxi y dirigirme a un Sanborns que algunas veces sigo visitando. Cuando llegué y lo vi me vencieron los nervios y decidí no hablarle, pero él ya me había ubicado y me saludo y hablamos unos cinco minutos sin llegar a nada y me propuso dar una vuelta en su carro. Apenas habíamos llegado a su carro (un Chevy) comenzó a toquetearme y me incitó a hacer lo mismo. Sí, tuve sexo oral en un carro en marcha en plena avenida concurrida de Coyoacán. En esos momentos no me importó nada mas que darle placer a ese que apenas si conocía en persona. Hicimos de todo en varias sesiones de sexo que tuvimos, incluso llegamos a salir varias veces a comer o al cine. Todo eso hacía que yo sintiera que era una relación “seria“, pero llegó el día que lo invité a comer y me pidió que no nos viéramos porque yo me “estaba clavando“ y no éramos compatibles. Me enoje, lo insulté, me insultó, nunca volvimos a vernos. En un par de ocasiones lo vi de nuevo, en su nuevo carro en medio del tráfico, en un café con terraza yo arriba, él abajo (irónico tomando en cuenta nuestros roles en la sexualidad), pero ya no significa lo que significaba para mí.

A quien engaño, aun extraño mucho al cabrón.

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