domingo, noviembre 23, 2003

because all history is written in sperm and blood...


creo que podría decir que extraño aquella etapa de mi vida. en realidad estoy contento con lo de ahora, con las personas que he conocido, con la desintoxicación a la que la vida me ha sometido, con mi nueva y temporal rutina, con mis sexmates, con mis manias, mis inseguridades... pero tambien extraño aquella etapa desenfrenada en que viví más de la cuenta.

¿Tiene algo de malo?

No espero ninguna respuesta.

Mientras tomaban vino en la terraza los protocolos iban desapareciendo. Las miradas cálidas pero evasivas hacían aun más tenso el ambiente. Dora recitaba un poema que había escrito mientras viajaba por el cañon del cobre, de pie, con voz enérgica mientras todos intentaban aguantar la risa. Bola de farsantes, nadie ahí valia la pena, nadie a no ser por aquel guapito-barba-de-tres-días que se encontraba al fondo desde el inicio de la velada sin cruzar palabra con nadie. De vez en cuando alguien lo saludaba o le daba una palmadita compasiva en la espalda pero lo cierto es que parecía estar desconectado de toda la mierda que ahí sucedia. Fui acercándome lentamente, tratando de lucir natural, riendo de los comentarios de Fabio o de Mirna. Cuando lo tuve cerca le solté un "hola" que solo fue correspondido por una forzada sonrisa. ¿Porqué? ¿Acaso SI era tan mamón? Más y más vino sirvieron para descubrir que no, que solo estaba nervioso, que se llamaba Diego y era un pintor mantenido por sus padres a los 25 años. Diego tenía el cuerpo perfecto: ni muy grueso ni muy delgado, fuerte sin llegar a voluminoso, definido, velludo... Sus piernas se dibujaban perfectamente a través de unos jeans tan gastados como las frases que utilizaban todos los posers ahí presentes.

NY, Paris, Berlin... la vida de los pseudo pintores y pseudo bohemios giraba en torno a ciudades que poco o nada tenían que ver con sus vidas cotidianas. A Diego nada de eso le importaba.

Diego tenía un plus extra: era sádico. En aquel antiguo baño de San Jerónimo lo descubrí al entrar borrachos y fajar contra los azulejos azules frente al espejo de piso a techo. Su faje era como ninguno: agresivo, lleno de testosterona pero con la delicadeza necesaria para aferrarse a él y desear que nunca se apartara de tu lado. Diego no se andaba con juegos, si quería una mamada la exigía y bajaba tu cabeza contra su entrepierna y cuando apenas estabas asimilándo lo que sucedía, te encontrabas a punto de ahogarte pero feliz...

Diego llevaba el control, justo como a mí me gusta.

Diego ataba tus manos con cualquier atadura que encontrara por imporvisada que esta fuera. Una toalla hecha jirones, una correa de perro, los cintos de sus tenis puma... cualquier cosa para mantenerte al margen, indefenso ante su ira, ante su fuerza. Diego se introducía con uerza en tu cuerpo y ahogaba tus gemidos con su chamarra negra. Diego bombeaba como una máquina, como si no hubiera un mañana. Diego mordía tu cuello y dejaba marcas visibles, marcándote como al ganado. Diego succionaba tu lengua hasta que doliera. Diego arañaba tu piel dejando una estela de gotitas de sangre. Diego la sacaba justo a tiempo para tirarte y terminar en tu pecho cantidades descomunales de nectar caliente y oloroso. Diego se tumbaba sobre ti y acariciaba tu cabello, se volvía un ser amigable unos segundos y despues descansaba sobre ti sin dejarte escapar.

Diego se marchaba sin dar explicaciones, sin nunca aparecer más, sin importarle que hubieras quedado prendido de él, obsesionado con su perfección y su crueldad, cerrando con broche de oro esa experiencia tan masoquista, tan enferma.

¿En donde estas Diego?

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