jueves, marzo 11, 2004

The big anxiety is comming...

o al menos eso fué lo que he pensado varios días al despertarme y comprobar que sigo estancado en un estado irreal en el que nunca pensé estar. ¿Para qué seguir fingiendo que no pasa nada? ¿Para qué?

Tambien es cierto que últimamente me he divertido mucho, he olvidado por momentos las trampas emocionales en las que he caido ultimamente y he perdido el rumbo... estar perdido es divertido.

Hablo con C. y todo sigue igual para él: me habla de las fiestas, del deli de su prima, de gastos y más gastos, de lo mucho que le gustó el absolut vanilia (a mi también por cierto) y de que posiblemente se haya equivocado de carrera porque no esta seguro de querer estar en una oficina toda su vida (¿?) ¿Quién esta bien? ¿Sería feliz de haber seguido en una misma espiral como la mayoría de mis amigos?

Hay algo que me sigue conectando con el pasado de una manera tormentosa; hace poco pude regresar a un lugar del cual no guardo ningun buen recuerdo, del que quisiera olvidar todo... en el baño encontré un salvavidas, un escape o un par de esposas que me mantienen atado a un mundo irreal depende como quieras verlo: dos blisters de lexotan. Hacía mucho que no tenía una pastillita rosa entre mis dedos, así que decidí tomar una, dos, tres...

Casi se terminan los blisters y de alguna manera la tensión se ha desvanecido, solo para dar paso a una indescriptible melancolía y un state of mind vacío, sin muchas emociones.

¿Qué porqué te cuento esto? Porque necesitaba hacerlo, porque cuando se terminen las pastillas regresaré a la normalidad y tendré que adaptarme de nuevo a ella... y además porque no me interesa lo que pienses o dejes de pensar de mí.

¿Una casualidad tremenda? En un disco que se presenta hoy en el tamayo (presentación a la que estoy invitado pero no pienso ni puedo ir) de discos komfort, hay un track en el que se musicaliza un conmovedor poema de enzia verduchi:

Señora Lexotán

Qué son seis miligramos
tres veces al día si con ello
se pueden anestesiar los sentimientos,
si controla la ansiedad del todo.
No ríes, no lloras, no percibes
ni el principio ni el fín del mundo.
Basta con abrir la boca:
el ama de casa no es indecisa
ante la gama del supermercado;
los adúlteros no discuten
la orfandad en el tálamo;
nada agrede al taxista
sólo el alto que obliga el rojo.
Señora Lexotán, con usted
no hay cabeza que perder.



No hay comentarios.: